La carta que Marx escribe a Arnold Ruge en mayo de 1843
marca el momento en que, por primera vez, el joven intelectual alemán intenta
definir el sujeto revolucionario. Aunque el texto –que fue publicado en los
Anales franco-alemanes– no resuelve el problema, Marx empieza aquí a romper con
el esquema jacobino en el que la burguesía dirige y la plebe le sigue.
En realidad Marx todavía piensa en dos sujetos de cambio:
por un lado una burguesía ilustrada que sufre, a la que él llama “la humanidad
pensante que es oprimida”, y por otro los trabajadores que comienzan a tomar
conciencia y pensar por sí mismos: “la humanidad sufriente que piensa”. En la
carta Marx aun no ha optado definitivamente por este último como sujeto
revolucionario (lo que hará cinco años más tarde en el Manifiesto) ni que los
intelectuales burgueses tendrán que, si se proponen ser revolucionarios,
colocarse del lado de la clase trabajadora.
En este sentido, lo que Marx revindicará posteriormente será
la autopraxis, la autoemancipación en la que la clase se libera a sí misma. Uno
de los méritos de la Carta a Ruge es que, al representar una etapa superada en
el desarrollo de Marx, nos ayuda distinguir su pensamiento maduro –centrado en
la autoemancipación– de las posiciones de contenido esencialmente pre-Marxista.
Un ejemplo de éstas es el planteamiento kautskiano en que la intelectualidad
pequeño burguesa es dueña de una ciencia socialista que introduce “desde fuera”
a la clase trabajadora.
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